Señora,
Esta mañana pasó junto a mí y ahora sé que los destinos son
únicos. La encontré delante del Mercado Nuevo, mientras el sol era zarandeado
por el viento, los gritos, multicolores, de los niños ponían la banda sonora y
las conversaciones inconclusas, que sobrevolaban el espacio, la letra de una
canción inacabada. ¡Aún!
Allí estaba totalmente atrapada por ese inconfundible olor a
ácido de los viejos libros que la anciana librería guarda en su regazo y que la
hizo detenerse, siguiendo su rastro certero. Aproveché, para rozar con mi nariz
su cuello y robar su perfume y así se creó un juego mudo, una nota de violín
sostenida, que nos unió.
Todos los gestos son flexibles y tienen su propia voz; la voz
del susurro que abarca el universo, lo
que hizo que se estremeciera y me mirara: Una sola sonrisa, un largo beso y una
noche infinita, era su promesa. Y es que el único futuro que nos queda es el
presente, mi enigmática señora.
Espero volvernos a encontrar en cualquier esquina de la vida
para quedarnos, los dos en ella. 24/03/2014
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