La noche
había caído y la luna atravesaba impaciente y curiosa los huecos abiertos de
las ventanas. ¿Descansar? No. Se acercó a él, lentamente, como hacen los gatos
y en su mirada había una nota de picardía, diversión, erotismo. Se sabía
seductora, atractiva. Con un dedo le cerró los labios.
―Shhhhhhhhh…A la vez que de un empujón le tiraba sobre la cama,
quitándole la toalla.―Esto no nos va a servir para nada―. Le dijo, en un tono
burlón. ― ¿Te gusta lo que estás viendo? Él asintió con la cabeza. En sus manos
tenía cinco pañuelos y una cubitera con hielo.
Y así comenzó
aquella locura. Sus manos hábil y lentamente comenzaron a deslizarse por ese
cuerpo que estaba preparado para ser torturado. Un juego donde ella tenía una
clara sensación de dominio como él de un sometimiento exquisito. Suplicó, rogó,
imploró ser liberado, “¡shhhhh!”… Aún
no era el momento, el hielo tenía que terminar de deshacerse. 21/10/2013
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