Modigliani

miércoles, 11 de marzo de 2015

La Odalisca de pantalón rojo. Matisse


Mis brazos


Dejar caer la mermelada de tus labios sobre la mesa.
La taza de chocolate desnuda en la silla,
Frente al sofá que lee distraído el periódico,
Una tarde gris de lluvia.
¿Eso es amor?
No lo sé.
Provocarte, desnudarte, vencerte
Con el discurso de mi boca en tu piel.
Y mis brazos, ay mis brazos
se quedan guardando
La exacta dimensión de tu cintura.
11/03/2015

martes, 3 de marzo de 2015

Emil Nolde.

Acuarela



Un Café


“Café para todos los gustos” era el reclamo del local. El sitio ideal donde la soledad se reúne en la tarde de los domingos para maquillarla con los aromas intensos que visten y desvisten los pensamientos y poder negociar con ellos.
Grande, espacioso, con dos entradas que dan a la Plaza Mayor; con un suelo enlosado en dos colores,  que van haciendo una especie de crucetas que Carmen al verlas no puede resistir volver a su infancia y seguir el viejo ritual de pisar solo las negras. Se sienta, con su bonita sonrisa vacía de ilusión, frente al gran ventanal que  muestra las pisadas rápidas e impersonales de la gente. El camarero se acerca envuelto en un aire tímido al mismo tiempo que misterioso.
-          ¿Qué desean tomar?
-          Yo  –se adelanta Javi –, quiero un café largo.
-          Uno solo con hielo  –Rafael –.
-          Con leche, le dice Micaela.
-          Igual pero con leche fría, pide María.
-          Yo, yo quiero esta vez un submarino  –le indica al camarero Jacinta –
-          Pues para mí un caribeño. ¡Ea! Por ser tarde de domingo.
 Paco hace un guiño. Está contento, esa noche tiene una cita.
-          ¿Y usted que desea? –El camarero se dirige a Carmen con el deseo oculto tatuado en el brillo de sus ojos. –
-          A mí uno de amor – y todos ríen la ocurrencia. –

Hoy, domingo, 16:30 de la tarde, lluvioso y gris es el día en el que un café se vuelve tiempo para soñar una nueva realidad escrita en sus posos.

 02/03/2015

jueves, 19 de febrero de 2015

El ave fénix mira ¿Qué...?

Dinastía Quing

Cinco Fantasmas

Sucedía todas y cada una de las noches del año. No había manera de que se pusieran de acuerdo. Cinco fantasmas, cinco, eran los que habitaban  en la “Gran Casa”. Las gentes del pueblo contaban en sus leyendas el rumor de su misterio, sin resolver. Román hacía lo mismo con su nieta.
-            Un rayo brotó de ella y se perdió entre las nubes. –Le susurraba– Y unas sombras voladoras en las noches de bruma, se acercan a la única puerta que tiene mirando hacia el horizonte.
Y Patricia, sin presente y sin voluntad,  miraba hipnotizada. Mientras tanto, la casa centenaria asustada temblaba y la chica no entendía el porqué de esas  sacudidas. Era como si deseara escapar. Imposible.  Estaba anclada a la tierra como si de una tienda de campaña se tratara. Esos fantasmas maleducados, groseros, porque estamos ante un caso grave de fantasmas, la humillaban constantemente: “eres fea, vieja, no sirves para nada”; como respuesta volvía la mirada más allá del límite de la tierra.
-          Mirad, “esta cosa” quiere volar –y todos se retorcían de la risa. Mordían y engullían lo que encontraban a su paso; con un magnífico baile de puñetazos, provocando terroríficos chispazos eléctricos.
Patricia, tumbada en el acantilado, la solía contemplar, sin saber que tenía el mismo sueño que la casa. “Estaban  al borde del acantilado, percibían el peligro. "Un paso más y caeré al vacío" –se decían-. Pero de pronto un potente pensamiento cruzó por sus mentes. "Tengo el control de mi vida. Puedo volar". Efectivamente, se elevaban sin problemas sobre el acantilado y bajo ellas veían el mar y cómo las olas rompían contra las rocas. Entonces decidieron subir más alto hacia la única nube que había, sintiéndose liberadas.
La gran casa de tejados puntiagudos pidió ayuda al viento. Y ese viento poderoso, que se llevaba con él las palabras, arreció y arrancó del suelo las piquetas y cuerdas que ataban sus cuatro esquinas. La desprendió y alzó en volandas. Por primera vez después de muchos, muchos años, se sintió ligera y feliz. Patricia, que la observaba se incorporó y le gritó:
¡Yo también quiero volar!

La casa sonrió: Yo soy tú. 
04/02/2015

martes, 10 de febrero de 2015

Tus besos.

La consecuencia son tus besos.
El inicio, la tensión de la espera.
Lo más excitante,
sentir como te acercas.

10/02/2015

miércoles, 4 de febrero de 2015

Díaz Caneja



Distancia



Alguien que no estuvo aquí, se dejó un sobre allí. El sillón y mis gafas también están ahí. Me siento y lo abro con cierta curiosidad. En él aparecen palabras que al principio no distingo bien, palabras que saltan, alborotan  juguetonas y me llegan a decir:

Dibujo sus pasos.
Mimo sus sueños.
Adorno su respiración.
Abanico su sonrisa.
Siempre de alguien que nunca estuvo aquí.
¡Tú!.



Inquieta me revuelvo en la butaca; desconcertada espero llegar a una conclusión.  

02/02/2015