Modigliani

martes, 3 de marzo de 2015

Un Café


“Café para todos los gustos” era el reclamo del local. El sitio ideal donde la soledad se reúne en la tarde de los domingos para maquillarla con los aromas intensos que visten y desvisten los pensamientos y poder negociar con ellos.
Grande, espacioso, con dos entradas que dan a la Plaza Mayor; con un suelo enlosado en dos colores,  que van haciendo una especie de crucetas que Carmen al verlas no puede resistir volver a su infancia y seguir el viejo ritual de pisar solo las negras. Se sienta, con su bonita sonrisa vacía de ilusión, frente al gran ventanal que  muestra las pisadas rápidas e impersonales de la gente. El camarero se acerca envuelto en un aire tímido al mismo tiempo que misterioso.
-          ¿Qué desean tomar?
-          Yo  –se adelanta Javi –, quiero un café largo.
-          Uno solo con hielo  –Rafael –.
-          Con leche, le dice Micaela.
-          Igual pero con leche fría, pide María.
-          Yo, yo quiero esta vez un submarino  –le indica al camarero Jacinta –
-          Pues para mí un caribeño. ¡Ea! Por ser tarde de domingo.
 Paco hace un guiño. Está contento, esa noche tiene una cita.
-          ¿Y usted que desea? –El camarero se dirige a Carmen con el deseo oculto tatuado en el brillo de sus ojos. –
-          A mí uno de amor – y todos ríen la ocurrencia. –

Hoy, domingo, 16:30 de la tarde, lluvioso y gris es el día en el que un café se vuelve tiempo para soñar una nueva realidad escrita en sus posos.

 02/03/2015

1 comentario:

  1. Bonito relato! Cada uno pide lo que necesita en cada momento....ojalá fuera tan fácil!

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