En mi habitación me
cobijo,
Me dejo acariciar
Por el silencio de la
música
Y de los versos
imaginados.
No busco nada
Sólo ese reducto
defensivo que me haga libre.
Cuatro paredes que abren
un espacio
Que no termina en el
techo.
Territorio estepario que
intuyo,
Entre el sigilo de los
muebles,
El de un espejo embustero
que pretende dibujarme
Y el de los cielos
abiertos por la imaginación.
Me gusta quedarme a
solas,
Me enseño a esperar, rara
estratagema inventada
Para buscar la infancia
que soy.
Creo no aguardar a nadie
Tan solo que a solas me
pertenezco
Percibiendo de mí los
sitios más secretos,
Sintiendo como la sangre
me nutre de savia nueva.
Ahí se pierden los
contornos.
Dos ventanas se abren,
Me obligan a mirar hacia
el exterior
Siempre la misma
dicotomía,
Blancos folios sobre la
mesa
Anuncian nuevas
historias…
Y en la pared un cuadro
de luz
Dirige mi mirada
Hacia las sierras, cielos
cantados
Que se unen a esas
perlas verdes
Convirtiéndose en
extensión.
Una “yo” vive y la otra
“yo” sueña.
Por un estremecimiento,
por un reflejo último
Juntas recordamos y
olvidamos
Juntas escribimos sílaba
a sílaba
Sin apenas señalar el
camino.
2 de marzo 2012
Memorias de Mujer, entretejidas
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