Un golpe seco y el revoloteo de alas
crujientes nos obligó a girar la cabeza y salir corriendo escaleras arriba. Al
abrir la puerta, nos encontramos unos papeles en la buhardilla. Habían
despertado de su letargo y jugaban a volar. Se columpiaban ayudados por los
rayos que se filtraban por las pequeñas ventanas que había en el techo de la
habitación. Papeles, guardadores de historias, pintados de existencias
inventadas. Se acercaban, se rozaban, se miraban curiosos unos a otros. Allí se
encerraba un universo donde la realidad se perdía para cobrar vida. Eran retazos
de una misma historia y no se conocían.
Juani Lombardo González
19 de mayo de 2014
Quizá los retazos no se conocían porque en la vida práctica habían sido facetas aisladas, inconexas o peregrinas, ¿no?. Muy bonito relato.
ResponderEliminar