Modigliani

miércoles, 21 de mayo de 2014

Página 25, 20 de agosto de 1995

Fin. Tenía que llegar. Miro de reojo y me encuentro la casa desordenada, las delicadas telas de araña protegiendo las esquinas de ésta, que sepas que lo hacen para retener el silencio que se ha instalado, las sartenes negras como el tizón y los platos a la espera de localizar el lavavajillas. Hago memoria y ha tenido que ser en un simplón mes de noviembre,  un mes de frío humo de chimenea, tiempo roto y vagabundo de pijama cuando me dijiste: Adiós  y tuvo que ser un adiós alegre y cordial porque tenías prisa. Me vienen pensamientos inapropiados inventados por mi imaginación, pero tengo que recoger con cucharilla los restos que quedan del naufragio.  Ahora que lo pienso, nunca hemos hecho nada los meses de noviembre, salvo comer sopa.
No me había fijado en el punto final. La primera palabra nunca comienza con él, no hay una señal que pueda adelantar su dibujo y yo, incauta, me había inventado un mundo nuevo que cuando me sonreíste y cerraste la puerta desapareció y me quedó lo que tenía y precisamente no era gran cosa. Así que me he dado cuenta que estoy hasta las narices de volar, ahora quiero pisar tierra, sentir lo que sienten las hormigas o los escarabajos, me da igual; chocarme con algo, criticar a los que corren, a los que andan despacio, a los que no tienen término medio, a los que miran hacia arriba o hacia abajo o los que se sientan en cualquier sitio de las avenidas con un mapa gigante. Mira que eres imbécil, haces que tenga  que volver a buscar palabras, sueños, ganas, deseos y piedras, para que croen como las ranas y tú con esa sonrisa plastificada.
Hace calor, así que me voy a poner una camiseta de tirantes del color del sol para que me ajuste cada uno de mis pensamientos, porque tengo un plan envidiable para la vida y una estrategia, que puede que no me funcione, porque de tan sutil que es, se me olvida, la mayoría de las veces.

Juani Lombardo González

 31 de marzo de 2014

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