Sucedía
todas y cada una de las noches del año. No había manera de que se pusieran de
acuerdo. Cinco fantasmas, cinco, eran los que habitaban en la “Gran Casa”. Las gentes del pueblo
contaban en sus leyendas el rumor de su misterio, sin resolver. Román hacía lo
mismo con su nieta.
-
Un rayo brotó de ella y se perdió entre las
nubes. –Le susurraba– Y unas sombras voladoras en las noches de bruma, se
acercan a la única puerta que tiene mirando hacia el horizonte.
Y
Patricia, sin presente y sin voluntad,
miraba hipnotizada. Mientras tanto, la casa centenaria asustada temblaba
y la chica no entendía el porqué de esas
sacudidas. Era como si deseara escapar. Imposible. Estaba anclada a la tierra como si de una
tienda de campaña se tratara. Esos fantasmas maleducados, groseros, porque
estamos ante un caso grave de fantasmas, la humillaban constantemente: “eres
fea, vieja, no sirves para nada”; como respuesta volvía la mirada más allá del
límite de la tierra.
-
Mirad, “esta
cosa” quiere volar –y todos se retorcían de la risa. Mordían y engullían lo que
encontraban a su paso; con un magnífico baile de puñetazos, provocando
terroríficos chispazos eléctricos.
Patricia,
tumbada en el acantilado, la solía contemplar, sin saber que tenía el mismo
sueño que la casa. “Estaban al borde del
acantilado, percibían el peligro. "Un paso más y caeré al vacío" –se
decían-. Pero de pronto un potente pensamiento cruzó por sus mentes.
"Tengo el control de mi vida. Puedo volar". Efectivamente, se
elevaban sin problemas sobre el acantilado y bajo ellas veían el mar y cómo las
olas rompían contra las rocas. Entonces decidieron subir
más alto hacia la única nube que había, sintiéndose liberadas.
La
gran casa de tejados puntiagudos pidió ayuda al viento. Y ese viento poderoso,
que se llevaba con él las palabras, arreció y arrancó del suelo las piquetas y
cuerdas que ataban sus cuatro esquinas. La desprendió y alzó en volandas. Por
primera vez después de muchos, muchos años, se sintió ligera y feliz. Patricia,
que la observaba se incorporó y le gritó:
¡Yo también quiero volar!
La casa sonrió: Yo soy tú.
04/02/2015
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