Abro la
puerta, el pasillo largo y estrecho está pintado de sombras que me observan, un
frío gélido abraza mi cuerpo tembloroso, mi rostro y cabello se tornan pálido y
cano, decenas de ojos y fusiles me apuntan ataviados con uniforme descolorido.
¡Vámonos, los muertos nos esperan! 07/10/2013
Modigliani
lunes, 24 de febrero de 2014
jueves, 20 de febrero de 2014
La formidable fábrica del miedo
En lo alto de la colina, hay un gran
edificio rectangular, con sus tres chimeneas, sólido, gris y feo. Nadie recuerda
cuándo se construyó ni lo que ocurre dentro. Tan solo, que el miedo traspasa la
piel de quien lo observa.
Matías, acurrucado en un hueco de la
roca, espera con el corazón encogido, tiene las uñas descarnadas de arañar la
tierra para no caer por la pendiente, en su cara siente el brote templado de la
sangre al golpearse contra una piedra, pero no baja su atención, quiere, siente
la necesidad de
saber. Siempre le han dicho que no se acerque, ni tan siquiera mire, sucesos
terroríficos suceden allí, pero algo en su interior le dice que no obedezca esa
orden, que se arme de valor, que lo compruebe por sí mismo. Con el torso de la
mano frota su frente, empapada en sudor frío.
La gran puerta se mueve, él se
incorpora, durante un segundo mantiene aquel latido que se antepone al silencio
y de un salto se introduce como una sombra cualquiera. La tensión ha inundado
sus venas, sus manos tiemblan al ritmo de su respiración. Atemorizado y con
determinación continua por un espacio vacío y distinto a todo lo que conoce. No
puede dejarse vencer por el miedo, no, cuando intuye que su vida cobra sentido.
Una segunda puerta aparece. Se arma de valor, aprieta los dientes, empuja…
Hacía ya tiempo que intuía en lo más
profundo de su mente que aquello podía ocurrir. Descubre que en el interior de
aquel solitario edificio se construye algo sorprendente que puede cambiar la imagen
del mundo que él conoce. Es una fábrica que construye PENSAMIENTOS, restablece
el conocimiento, elimina la estupidez humana y escribe con letras muy grandes,
pero que muy grandes, la palabra IGUALDAD. En ese edificio, sin apenas
ventanas, que repele desde su exterior, musarañas, sapos, tiburones, dragones son
iguales y eso si que da mucho miedo a los poderosos que quieren gobernar el mundo.
Por eso, ante la imposibilidad de poder destruirlo, es imposible, han levantado
una muralla que es la de la ignorancia y con ella la del miedo; resulta ser invisible
a la vista, pero actúa de forma eficaz en el cerebro. Desean con todas sus fuerzas que caigan en el
olvido cosas como la sabiduría, la cultura, la sensibilidad, la ciencia o el
desarrollo porque si no ellos corren el
riesgo de perder su poder y con él el de controlar nuestra mente.
martes, 11 de febrero de 2014
Cien palabras en barbecho
Los
últimos rayos de sol se reflejaban sobre su cara cansada. El tono dorado del
atardecer pintaba de color miel esos ojos, mientras miraban la tierra
“barbecheada”. Roturados estaban, ya,
los versos baldíos, las palabras malheridas, las vocales apocadas, cien
eran las que quedaban. Sabe de la
relación del deseo con la palabra. Sabe, de ese acercamiento de la fantasía que
cruza el camino del sueño raptando veladas insomnes, incluso sabe que vence a la muerte.
Letras
danzantes, queriendo enderezarse, vocales deseando abrirse, frases estremecidas, una, dos, tres… hasta cien
reclamando el derecho a interpretar el mundo. Campo labrado, donde se restriegan, se juntan, se separan, se
seducen; cien palabras embriagadas por la magia, ahora en reposo, letargo necesario para reencontrarse. Es el poder y la fuerza de los signos, ahora en calma, a la espera de la
siembra, sin que se sepa jamás que habrá detrás de la ciento uno, tan
solo que están a la espera de buscar su
historia. 16 de septiembre de 2013
miércoles, 5 de febrero de 2014
Autobiografía
Campo, tierra de labranza, cereales a punto de estallar,
olivos y una hierba fresca, con ganas de vivir,
me dieron la bienvenida una bonita mañana de primavera. Cómo
arquitectura, un pequeño pueblo que ya aparecía en las cartas geográficas de
Plinio y Ptolomeo, Torrequebradilla (Jaén), así, al menos, me lo contaron. Lo
que no hice nunca es decir que en mis
bolsillos de agua, traía dos objetos que siempre me han acompañado: unas
sandalias de tacón fino, un toque de coquetería al que nunca me he podido resistir, y un libro, en el que cada vez que se
levantaba la tapa, vocales, consonantes,
signos de puntuación, se entremezclaban, bailando al son de una
partitura imaginaria. Y así comencé andar senderos, entre realidades, ilusiones
y sueños, y me fui convirtiendo en junco, gaviota, felino o ave fénix, según el
caso, hasta dar con un grupo de soñadores que me dejaron asentarme con ellos
para tomarnos un “Café de palabras”.
SOY
Soy la mujer que no ha guardado
nada para sí.
La que es dócil a las
insinuaciones del árbol que florece en la espera.
La que es visible ahora en el
silencio.
La que camina delante de su sombra
y le sonríe con malicia.
La que traza la forma de las cosas
buscando abrigo.
La que ama la paz y la defiende.
La que se aferra a su cuerpo como una
forma de prender en la tierra.
La que busca expresar lo que no
sabe.
La que aspira escribir una estrofa
que ilumine el Arco iris.
La que le gusta arriesgarse.
Ni el equipaje lastre sus alas.
En definitiva, soy aquella que
niega peinarse con la raya en medio,
Zenet lo canta.
Juana
Lombardo González
16/09/2013
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